lunes, 25 de junio de 2012

El síndrome del pepino


El síndrome del pepino
¿Le gusta a usted el pepino? Habitualmente, lo comemos en ensalada, a partir de esta época, y nos sabe como a melón verde más o menos, como si todavía le faltara madurez. ¿Y recuerda la que se armó ahora hace un año en Alemania y norte de Europa con el pepino? Se le atribuyeron más de 20 muertes, primero por ser presunto portador de la Escherichia coli que, aunque parezca un nombre y apellido italianos (como el sastre Ermenegildo Zegna, o sea) es una bacteria cuya función es la de convertir los alimentos en mierda, para entendernos rápido.
¿Se acuerdan de la movida? No llegó a lo de la gripe porcina ni justificó la compra masiva de vacunas por los gobiernos (en beneficio de las multinacionales de los medicamentos, claro) pero casi. Nos mostraron montones de imágenes de montones de pepinos tirados a montones de basureros en presuntas medidas de prevención, agricultores rasgándose las vestiduras, los gobiernos a protegernos y se creó una auténtica psicosis entre los consumidores. ¿En qué acabó, lo sabe, se lo aclararon? Como se montó la bronca se acabó, del pepino asesino se pasó a la soja, análisis en laboratorios, y la atención mediática que se fue difuminando y adiós. ¿Se lo han explicado? Los gobiernos, las multinacionales, los poderes económicos saben que la memoria es débil. Y muy fácil de manipular. Basta con imponer silencio. 

En busca del fuego


En la noche más corta del año, el ser humano salta sobre las hogueras, sobre el fuego, y celebra el triunfo de la luz frente a las tinieblas, ya no le teme a la oscuridad sabedor de que puede combatirla y vencerla, y lo festeja. Dicen que desde que ni hay memoria se hace así, en este tiempo en el que la Madre Naturaleza se empieza a mostrar en todo su esplendor el hombre (genérico) proclama la superioridad de la luz y de la vida, al menos por ahora.
La noche más corta es también El día más largo (1962) como en la película que ahora cumple medio siglo, la del desembarco de Normandía precisamente también en junio, el día 6, en 1945, cuando se dio el primer paso de lo que vendría luego, el otro nuevo orden mundial con el reparto del poder entre las grandes potencias. Dicen que fue entonces cuando el fresco-general-procedente-de-Galicia (el dictador Franco) al ver pelar el bigote de Hitler puso el suyo a remojar y empezó a regalar soberanía y firmar lo de las bases militares americanas; pero esa es otra película distinta.
Es el Solsticio de Verano, cuando el dios Sol está en su apogeo, a su mayor altura aparente en el firmamento cielo, al contrario de lo que ocurrirá (salvo que los incas acierten) en invierno, allá por el 21 o 22 de diciembre. Y el hombre, que inició su andadura (según) sumido en las tinieblas y en la oscuridad lo celebraba, igual que al salir victorioso En busca del fuego (otra película, de Jean Jacques Annaud, de 1981) lo hace saltando sobre las hogueras e invocando el favor de la salud sobre la enfermedad, de lo malo sobre lo bueno: Txarra kanpora, ona barnera. Sarna fuera!
Cuando jóvenes, prehistoria pura, los chicos de Elizondo (o de otros pueblos de Baztan) subían al monte cercano unos días antes (para dar tiempo a que se secaran) en busca de ramaje con el que alimentar las hogueras nocturnas, que entonces no había tanto papelerío ni cartón, y las cajas de fruta (de madera) se guardaban y conservaban por lo que pudieran servir. Y se prendían hogueras en la plaza de los Fueros, en el puente más puente de todos los puentes, el llamado de Txokoto, de Muniartea o de Antxitonea, de las más grandes que uno haya visto arder nunca.
No eran muy frecuentes pero se daban los accidentes, que por fortuna no iban más allá de quemaduras de una o dos semanas, por lo que solía (¿suele?) ocurrir, el salto por los dos lados al mismo tiempo. En la memoria uno mucho fuerte, con dos jóvenes de los más mayores chocando de frente en mitad del fuego y cayendo a las llamas y pavesas de las que salieron como gato escaldado y no hubo otra cosa, por suerte.
En la noche del culto al fuego, el hombre (y la mujer) experimenta un sentimiento ancestral que le llega de lejos y de algún modo responde a la llamada de un atavismo primario hasta puede que sin preguntarse el cómo y el porqué. Y como en algún lado está escrito, prefiere a la luna antes que a la bombilla. 

sábado, 7 de enero de 2012

El otro hermano Marx

Inesperadamente, he recibido un libro. Me ha llamado la atención. El autor utiliza un lenguaje literario a base de frases cortas, muy atractivo. He seleccionado un párrafo: "Todos los momentos cruciales de mi vida parecen momentos malos, momentos de terrible decepción o calamidad. Nunca planifiqué ninguno de los cambios que se produjeron en el curso de mi carrera. Los cambios simplemente se producían. La única ambición verdadera que alguna vez alimenté fue la de llegar a jardinero izquierdo (jugador de béisbol que juega en la defensa izquierda del campo, en inglés se denomina outfilder left) de los Gigantes de Nueva York, removedor de latas para un reparador de paraguas o pianista en un barco de excursiones. Nunca cumplí ninguna de esas ambiciones. Aquello en lo que en realidad me convertí fue lo que me empujaron a ser en un momento de desastre".  
El libro se titula ¡Harpo habla!, y lo escribió Harpo Marx, el mudito de los Hermanos Marx, un genio mudo, pero un genio. "Ha llegado el momento de echar a volar mi imaginación, tumbarme al sol, quitarme los zapatos y, por fin hablar". "Con estas palabras, el famoso hermano mudo de los Marx inicia su relato autobiográfico, rompiendo su prolongado silencio. Con el ya clásico y delirante sentido del humor de los Hermanos Marx, Harpo narra la historia de su estrambótica familia y su dura carrera artística, desde las primeras giras por teatros de vodevil en pueblos de mala muerte hasta el último triunfo en Hollywood, pasando por Broadway, el crack del 29 o su estancia en la Unión Soviética y sus actividades como espía", dice la reseña de la obra. Una bonita lectura para estos comienzos de año.
La vida es sueño
Mi buen amigo en la distancia, desde México, el vasco Ramón Larrañaga Torrontegui, escribe hoy sobre el sueño que es la vida. "Siempre nos hacemos esta pregunta ¿Cómo alcanzar los sueños de mi infancia? La clave está en soñar y no dejar de soñar. Todo es posible y nunca debemos perder ese espíritu. Si no puedes alcanzar tus sueños, puedes lograr mucho haciendo el intento de alcanzarlos", aconseja. ¿De verdad que puede ser como él lo dice?. En una entrada posterior nos recuerda ese "y si..." que hemos vivido todos y que ha marcado nuestras vidas. Ese y si... maldito que no sirve para nada, mas que para hacernos sufrir. A partir de ahí generamos una vida paralela, una auténtica película, imaginando cómo hubiera sido todo si se hubiese consumado ese y si... ¿Qué hubiera pasado si hubiese aceptado aquel trabajo? ¿Si no me hubiese ido de esa ciudad que me encantaba? ¿Si no hubiese tenido hijos, si me hubiera casado con otra? ¿Si los hubiese tenido? ¿Si esa noche no hubiera ido a esa fiesta, y no hubiese conocido a esa persona? ¿Si no me hubiese emborrachado, y no hubiese conocido a mis amigos? ¿Si no hubiese contado ese secreto que me costó tan caro? ¿Si estuviese con esa persona a la que dije que no? Y un larguísimo etcétera que abarca tanto como hay seres humanos, cada uno con sus ilimitadas posibilidades, lo que lo hace infinito. Pero al final, como decía Nietzsche, el y si... es pura ficción, no existe. Al final sólo hay un camino: la vida misma como telaraña. No existen bifurcaciones de nuestro destino, salvo en nuestra cabeza. Pero es ahí donde las hacemos reales, y muchas veces vivimos más en ellas que en el mundo real. Soñando como unos idiotas lo que pudo ser y no fue, o cómo hubiera sido todo si hubiese salido bien".
Creo que Ramón está acertado en su reflexión de hoy. Recuerdo la sensación de calor amoroso y tierno de una pierna de mujer sobre la que una noche, conduciendo un coche que no era mío, puse mi mano con todo el cariño del mundo. Ella no la rechazó y ninguno de los dos dijimos nada pero no pasamos de ahí, y fue una sensación muy agridulce porque de verdad la quería, la había querido siempre y nunca me atreví a decírselo ("yo la quise, a veces ella también me quiso", escribió Pablo Neruda), pero pensé que era ya demasiado tarde. Ese fue uno de esos y si..., que todos encontramos al menos una vez en la vida, y que acaba definiendo toda nuestra existencia.    

lunes, 2 de enero de 2012

Lo que escribe Miguel, y van dos

La primera del año. De madrugada escucho en el programa La Rosa de los Vientos de Onda Cero, un programa que pierde credibilidad cada vez que se emite, la indiada siguiente: "Venía con las órbitas fuera de los ojos". Nada menos. (¡Cojonian!)
Releo en Zarabanda, reciente obra de Miguel Sánchez-Ostiz, un párrafo que como diría Luis Ciges es la escojonación: "El sanatorio psiquiátrico de Humberri, el del doctor Aldea-Tapis, fue toda una institución. Duró hasta que hubo un incendio, y los locos, y los cuerdos tenidos por locos, que allí estaban escaparon por el valle". (¿De Baztan, por un casual?). ¿Se imaginan el revuelo y el jolgorio?. En este tipo de trabajos, y en este en concreto, a Miguel Sánchez-Ostiz hay que leerle entre líneas porque es autor de los que no da puntada sin hilo.      
Por cierto que en Elizondo esta tarde-noche había sesión de la Junta General de Baztan, que suelen ser (lo he vivido "en directo") de traca. El espacio destinado al público estaba repleto de gente, "el pueblo" como dice por costumbre la autodenominada izquierda (¿?) abertzale que, desde su punto de vista, representa a todo-dios, a todos. A abertzale, por esta vez no le pondré interrogante de duda. Hor konpon, Mari Antton!. Hasta que no tenga noticia, no opinaré; igual, por no reirme o por no llorar, con noticia, tampoco. La foto es de mi (buen) amigo Juan Mari Ondikol, como la mayoría de las que se editarán en este mísero diario.
Y vale por hoy, quédese para mañana.





domingo, 1 de enero de 2012

El día (tonto) que empezó el año 2012

Bueno ya está aquí, ya es 1 de enero de 2012.
Hoy es un día tonto, de esos de nada, como si no existiera. De hecho, para la información impresa, la prensa, es uno de los tres días del año que no existen. He dedicado un rato a seguir las noticias en el canal 24 horas de TVE y he tenido oportunidad de esbozar una sonrisa idiota, asqueada, al escuchar a la locutora decir, entre toda la relación brutal de aumento de impuestos y de recortes sociales, que "las cartillas de los jubilados engordarán un 1%", textualmente. ¡Qué hipocresía, con ese engordarán, solamente perderán el 1,9% de poder adquisitivo sobre la previsión de la inflación!.
Me limitaré a transcribir algunas de las frases del presidente Mariano Rajoy, en el transcurso de la campaña electoral, evidentemente: "Subir los impuestos hoy, significa más paro y más recesión". "Subir los impuestos hoy, es darle una vuelta de tuerca más a las maltrechas economías de las familias y de las empresas españolas". De andada por la red he caído en un blog (adanesmit.blogspot.com) en el que leo: "Bueno, sólo llevamos unos días y esto es lo que tenemos. El dinero lo ponen las clases medias a la vista de la nueva tabla de impuestos. Y no tienen en cuenta que en España hay más de 20.000 personas jurídicas para las que poner un millón de euros es como si yo me tomo un vermut Izaguirre (¿?) con aceitunas. Triste pero tan cierto como que todos los días sale el sol". ¿Y qué se puede decir ante este párrafo?. Mejor me abstengo por no empezar el año blasfemando.
También he escuchado algo de música pirateada, La leyenda del beso de Alfredo Krauss que llevaba tiempo sin, y me he quedado con la estrofa que dice lo de "el canto de gorrión que pasea por mi mente...", una frase (a mi entender) afortunada, he seguido con su versión de E lucevan la stelle (Tosca, de G. Puccini) y alguna otra cosa, para convenir en que el maestro canario era uno de los grandes, de los más grandes.  
Y luego, al cine, para entretenerle a mi amigo Pelliko y para entretenerme yo, para qué nos vamos a engañar: La conquista del Oeste (How the West was won, título original) que dirigieron en 1962 John Ford, Henry Hathaway, George Marshall y Richard Thorpe y ganaron un montón de oscars aquel año. Entretenida, grandiosa, espectacular en muchas ocasiones, con una tropa de actores de los mejorcitos de Hollywood. La escena de la desbandada de los búfalos es impresionante y la banda sonora, obra de Alfred Newman, esplendorosa. Es la gran epopeya de la conquista (conquista, en efecto) yanqui del oeste, pero lo que no se cuenta, parece que no podía ser de otra forma, es la matanza de los indios, los primitivos y originarios habitantes de aquel país, en lo que fue, claramente, uno de los mayores genocidios de la historia de este mundo mundial. La historia, ya se sabe, la escriben los vencedores y en eso los americanos son auténticos maestros.