miércoles, 23 de junio de 2010

El nieto del abuelo de los árboles


Contaba que su abuelo, Jerónimo, al sentir llegada la hora de rendirse, se abrazó a los árboles que tenía (cuidaba) en sus cuatro palmos de tierra, los amigos fieles que acompañaron su vida, se despidió de ellos húmedos sus ojos de emoción y nostalgia apenas antes de entregarse. Ese era su abuelo, pero sus sentimientos, los del nieto que ahora también ha muerto, eran idénticos: humanidad, solidaridad, compromiso, no a la violencia del hombre contra el hombre, no a la razón (¿?) de la fuerza frente a la fuerza de la razón, no a la guerra, nunca; no a la injusticia, siempre. En el desierto predicador inagotable, su voz molestaba pero tampoco mucho porque ¡bah, ese comunista! les da lo mismo, que diga lo que quiera, darle algún premio si queréis. Vále, pues ya se ha muerto, Caín, JoséSaramago, el nieto de su abuelo que abrazaba a los árboles ha llegado al final del camino y parece que ya solo queda decir, repetir la frase esa tan manida, tan manoseada y burda de que las letras están de luto. Esa tontería. (O no).